La inercia es una fuerza física que hace que los cuerpos tiendan a mantenerse a la velocidad que llevaban. Ya sea en movimiento o quietos. Es común escuchar paladinamente la frese “actúo por inercia”. La inercia no se puede evitar, pero si se puede no actuar por ella. Cuando uno actúa sin pensar, sin medir consecuencias, sin ser realmente conciente de los daños, actúa según sus instintos, sus ganas; por inercia. Por el simple hecho de actuar. De esta manera, uno siempre termina pagando las consecuencias, secuelas, heridas, golpes y demás efectos que trae el simple hecho de actuar sin pensar. Lamentablemente no puedo considerarme ajena a esta situación. A ese “no pensar”, “no medir”, “no escuchar”. Se podría decir que soy un vivo ejemplo de este tipo de acciones, aunque quiera dejar de hacerlo. A esta situación, le atribuí el nombre de “frustración”, una palabra que me ha acompañado durante un demasiado prolongado tiempo. El simple hecho de intentar, poner lo mejor de si, luchar por las cosas y que estas simplemente salgan mal, es algo que ha afectado tanto a grandes ídolos como a simples personas. A ricos, pobres, medios, negros, blancos, a todos para resumir. Pero hay quienes siguen a pesar de esto. Quienes perseveran y en algún momento, triunfan. Yo nunca logre ser parte de estos últimos. (...) De todas formas, aunque hoy mi realidad sea algo diferente a la de antes, me doy cuenta de que persevero y persevero, y aquel momento no me llega. De manera que mi frustración de hace mayor. (...) [Pero] hoy decido pensar para actuar. Es por ella que hoy decido hacer las cosas bien. Pensar en las consecuencias, pensar en los errores del pasado, medir posibles secuelas.
Martes 13 de marzo del 2009
Martes 13 de marzo del 2009
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